California es el estado más poblado de Estados Unidos: tenía 39,5 millones de habitantes en 2019, casi el 12 % de los 330 millones que tiene el país.
Es el hogar de varias regiones económicas importantes, tales como Hollywood (entretenimiento), el Valle Central de California (agricultura), Tech Coast y Silicon Valley (computadoras y alta tecnología) y regiones productoras de vinos como el Valle de Napa, Valle de Sonoma y las áreas del Sur de California Santa Bárbara y Paso Robles.
Es responsable del 13% del producto interno bruto (PIB) de los Estados Unidos y suele asimilarse la economía de California, comparándola con otros países, como si fuera una nación independiente. Esas estimaciones habitualmente la ubican como si fuese la décima economía del mundo.
Ahora es también responsable de un hito en la lucha contra el cambio climático. El sábado 30 de abril, 10 minutos antes de las tres de la tarde, el sol y el viento permitieron al Estado producir suficiente energía para cubrir la demanda inmediata. El récord fue posible gracias a los paneles y molinos colocados a lo largo de la carretera I10. La noticia da esperanza a ambientalistas de todo el planeta.
El trabajo previo y las condiciones apropiadas
Es cierto que el récord dependió de varios factores. Para que la red estatal informase que las renovables produjeron a las 14.50 del sábado el 99,87% de la demanda, las temperaturas moderadas permitieron mantener bajo el uso de acondicionadores de aire; los días más largos de la primavera permitieron mayor generación de luz solar y, finalmente, no es casualidad que la marca se estableciese un sábado, cuando la demanda industrial es más baja.
El logro no surgió de un repollo. Son varios los hitos en una ya larga carrera de California contra los combustibles fósiles. En 2015, las renovables rozaban apenas una cuarta parte de la demanda eléctrica. En 2017 produjeron el 67% de la demanda y en tres años aumentaron hasta el 81%. El 14 de abril llegó al 97%.
El sábado, las temperaturas moderadas lograron que por fin se alcanzara el anhelado 100%. “No fue todo el día ni todo el fin de semana. Tenemos un largo camino por recorrer antes de dejar de utilizar los combustibles fósiles, pero podemos lograrlo”, afirmó en un comunicado Laura Deehan, directora de la organización Environment California.
Las renovables representaron el 33% del total de la energía empleada por el Estado en 2020, según las últimas cifras disponibles de la Comisión de Energía estatal. Si el clima lo permite, las energías limpias son suficientes para abastecer más del 70% de la demanda. El gas natural, no obstante, representa todavía el 37% en la región. Diversas leyes e iniciativas han sido aprobadas en los últimos años para acelerar el paso del gigante del oeste a un futuro sin dependencia del petróleo y el carbón. El exgobernador Jerry Brown se fijó esa meta para 2045.
Para llegar a ella, las autoridades estudian diversas opciones. Una de las más polémicas es la reforma de la planta nuclear del Cañón del Diablo, en el centro de California. La planta produce el 6% de la energía del Estado de forma continua y sin estar sujeta a caprichos meteorológicos como sucede con el sol, el viento y la falta de agua.
El Gobierno de Gavin Newsom estudia el uso de una parte de los 6.000 millones de dólares que ofrece Washington para rehabilitar la central, que iba a ser clausurada en 2025. El incidente de Fukushima aumentó la preocupación de algunos sectores de la sociedad en un Estado con alta actividad sísmica.
De momento, las energías solares y eólica prometen el camino más seguro. Phil Anschutz, el magnate conservador que tiene entre sus propiedades los festivales Coachella y Stagecoach, ya inició la construcción de una gigantesca granja eólica de 1.300 kilómetros cuadrados en un vasto rancho de ganado en Wyoming.
El sitio podrá generar 3.000 MW en el futuro, lo que supera la capacidad de producción de la planta de Cañón del Diablo.
Esto podrá abastecer principalmente la región metropolitana del sur de California. Los molinos se han convertido en parte del paisaje del oeste americano, una región que construyó durante décadas presas y refinerías como infraestructuras energéticas. La sequía y el cambio climático obligan hoy a cambiar los planes.