Contra todo pronóstico, Cosquín Rock no sólo celebró sus 20 años sino que consumó su aniversario con una postal inolvidable. Si en la noche anterior Los Auténticos Decadentes tuvieron a Ricardo Bochini de invitado, en la madrugada del lunes La Mona Jiménez cerró su debut en el festival con una performance en la que Juanse volvió a ser una “fiera lunática”, apelando a la obra maestra de los Ratones Paranoicos. Aunque en los días previos los medios de comunicación cordobeses hicieron sus apuestas con respecto a las figuras que acompanyarían al cuartetero en su actuación, el rockero, que siempre rankeó entre los favoritos para estar, terminó siendo de la partida. También se habló de Fito Páez, que le tiró la mejor onda a ese recital horas antes. Pero no apareció. Lo mismo que Andrés Ciro Martínez, figura casi segura. Sin embargo, terminó apareciendo su camarada en Los Piojos y Los Persas, el bajista Micky Rodríguez. El otro candidato era Ricardo Mollo, quien en ese mismo lugar, el Escenario Norte, abrió el show de su banda, Divididos, con el popurrí de “Sobrio a las piñas” y “Quien se ha tomado todo el vino”. Aunque sólo fue un guiño o casualidad.
Lo cierto es que La Mona Jiménez terminó invocando a sus convidados en “Quien se ha tomado todo el vino”, tema que sirvió de corolario de su su presentación, luego de casi una hora de recital en el que desenfundó éxitos del calibre de “Tinta china”, “Ramito de violetas”, “El federal”, “Por qué te vas” y “Beso a beso”. Primero llamó a Juanse, que un ratito antes declaró a la televisión que “La Mona era rock”, y a continuación se le sumaron Micky Rodríguez y José Palazzo (organizador del festival) en el bajo. Al principio, al frontman de los Ratones Paranoicos le costó hacer la simbiosis con un género ajeno a lo que suele hacer, por lo que el grupo del ídolo cordobés terminó adaptándose a él. Y el músico lo supo agradecer, pasando del blues a una experimentación guitarrera que decantó en un happening punk, al punto de que se sacó la remera y con el torso desnudo intentó bailar cuarteto guiado por el anfitrión del show. Todo eso ante la mirada indiferente (o sorprendida, todo depende de la perspectiva) de sendos bajistas. Mientras eso sucedía, el público se debatía entre ser espectador o sumarse a esa fiesta lisérgica, lo que fue sin duda todo un triunfo del James Brown del cuarteto. Y más aún a sus 71 años.
Otro cordobés que la rompió el domingo, aunque dentro de sus posibilidades, fue Juan Ingaramo. El lugar en el que actuó, el Escenario Sur, fue uno de los predios más atractivos de la última jornada de esta edición 21. Antes del show de Fito Páez, Love of Lesbian logró ganarse al público que esperaba al rosarino. Y lo hizo sobre la base de tenacidad y de buenas canciones, aunque la banda más convocante de España necesita de un changüí más para convencer al público local. Y que lo diga el autor de «El amor después del amor», para quien ha sido un vaivén su relación con la popularidad. En tanto hoy disfruta de un maravilloso momento, lo aprovecha para revisitar un cancionero en el que dialogan pasado y presente. Lo hace bastante bien, a tal instancia de que las 40 mil personas que asisiteron en la segunda fecha quedaron nuevamente cautivadas.
Como Páez supo mimetizarse no sólo con el público sino con las audiencias más jóvenes, su incursión en ese escenario lidió bien con la actuación posterior de María Becerra, que alternó un cancionero youtuber con cuerpo de baile y papelitos. Eso supo aprovecharlo y sostenerlo Bandalos Chinos, a continuación, con un show que tuvo sabor a consagración. El cierre, sin embargo, estuvo a cargo de Los Espíritus, tras varias idas y vueltas. Al tiempo que todo eso pasaba en ese extremo del Aeródromo de Santa María de Punilla, del otro lado La Vela Puerca se puso al día con sus fans, Divididos ofreció un show tan impecable como memorable y la Kermesse Ricotera ayudó a sostener la vela de la Misa de Patricio Rey. Si bien ya recibieron una placa por ser el artista con más ediciones en el Cosquín Rock, ahora Las Pelotas debe esperar otra por haber sido uno de los pocos en tener su propio escenario. Eso fue al lado de donde Lara 91K, Salamalacara y Dillom dieron fe de la fuerza del trap local. En La Casita del Blues, con Mellanie Williams y Javier Malosetti, se demostró que la música argentina, más allá de las tendencias, sobrevive a todo. Incluso a una pandemia.