Seguramente, 40 °C no sorprenden a nadie aquí en Argentina, o en Texas, o en África, o en Nueva Delhi.
Pero en ciertas regiones del planeta esa marca es una especie de unicornio o de evento fantástico, que se acompañará de problemas de salud (¡el calor mata!), de caos en las redes eléctricas por sobreconsumo y de crisis de nervios provocadas por la falta de sueño nocturno.
Los registros “modernos” del clima comenzaron hace un siglo y medio, pero hay una ciudad pionera en donde la observación meteorológica data del año 1659. Tal vez comenzaron antes, solo que no se puede documentar.
Alcanzar los 40 °C, para estos choznos y choznas de los pioneros del clima, es algo que no apareció en sus modelos y hasta hace muy poco parecía increíble y, sobre todo, improbable de ocurrir tan pronto.
La ola de calor en Europa
Incendios forestales en las playas francesas, un barrendero muerto bajo el sol calcinante de Madrid, turistas anclados en sus hoteles en Roma hasta que baje el sol: el panorama del calor en Europa es, como lo anunció el pronóstico, devastador.
Pero Londres, la brumosa, la neblinosa, la húmeda Lóndres, nunca arribó a los 40 °C, marca que se estará alcanzando cuando se publique esta nota.
¿Y la bruma?
El lunes por la noche ya fue la noche más cálida registrada en el Reino Unido, según cifras provisionales, y los británicos debieron luchar para dormir mientras las temperaturas se mantuvieron por encima de los 25 ° C.
Según explica The Washington Post en su cobertura de la noticia hoy, Gran Bretaña tiene algunos de los registros meteorológicos más extensos del mundo, a través de diarios, observación e instrumentos desde la Era de la Ilustración, incluidos registros diarios archivados desde la década de 1770 y máximos y mínimos mensuales que datan de la década de 1660.
Actualmente, la temperatura oficial más alta es de 38,7 °C, registrada en los Jardines Botánicos de Cambridge el 25 de julio de 2019.
Alexander Farnsworth, paleoclimatólogo de la Universidad de Bristol, entrevistado para el referido artículo señaló: “No hay evidencia directa de que el Reino Unido haya excedido los 40°C en los últimos 6000 años”, lo que remonta la situación a algo tan poco familiar como el Holoceno, o sea, lo que vino después de la última glaciación, años de rupestres pinturas.