En 2021 fueron 65.740 las hectáreas afectadas por incendios en toda la provincia, según el Plan de Manejo del Fuego. De ese total, el 30% corresponde a rastrojos (restos de cultivos en zonas llanas) y el 70% a monte nativo, arbustales, pastizales y bosque implantado en las sierras, el norte y el noroeste provincial. Sin embargo, este no fue el peor año para Córdoba: en 2020, 341.000 hectáreas terminaron calcinadas, convirtiéndose este año en el peor de los últimos 33.
No obstante, si además de las hectáreas afectadas se considera también que en 2021 hubo 3 víctimas fatales y más de 60 casas quemadas producto de los incendios, el 2021 vuelve a ocupar el podio de gravedad. Esto, pese a que el año pasado se perdieron casi cinco veces menos superficie que en 2020.
A estos dos incendios se suman cinco más, que fueron los más graves del siglo XXI. Estos ocurrieron en 2013, 2010, 2009, 2003 y 2002, según reveló en un informe el periodista Fernando Colautti. Lo más complejo deviene por los efectos acumulativos: en 10 años, suman unas 690.000 hectáreas bajo fuego en Córdoba. En 20 años, la cifra supera las 1.500.000 hectáreas, que representa casi el 10% de todo el mapa provincial. Así, se pierden bosques, suelos, biodiversidad, recursos hídricos y paisaje de inmensa riqueza en pocos años, además del daño económico a productores y habitantes de las tierras afectadas.
Un agravante de los incendios de 2020 y 2021 es que, en buena parte, ocurrieron sobre la zona serrana, donde el impacto ambiental es mayor por tratarse de las áreas con mayor vegetación remanente y en las que, al afectarse los suelos en pendiente, se pierde sustentabilidad hídrica en las áreas donde nacen ríos vitales para Córdoba.
Las estadísticas suelen copiar una regla: hay más fuego cuando se dan años de mayor sequía. Asimismo, los incendios más graves son calificados por los bomberos como “explosivos”: con muy baja humedad, calor, viento y sequía, los fuegos se tornan imparables si no son “atajados” a poco de iniciarse.
Entre las causas del desastre se suele repetir que más del 90% tiene origen humano. Además, en los últimos años se sumaron varios atribuidos también a caídas de cables de líneas eléctricas (que requieren un mayor control estatal para evitarlos) y a rayos (fenómeno natural inevitable).
En este contexto, el cambio climático impone nuevos desafíos: en todo el mundo, los especialistas advierten sobre incendios más agresivos y más difíciles de controlar. En el mundo exponen que, en esas condiciones, la cuestión central es evitar que se inicien en vez de enfocar tanto en cómo combatirlos cuando ya están declarados.